domingo, 27 de abril de 2014

EL FETICHISMO DE LA MERCANCÍA

EL SECRETO DEL FETICHISMO DE LA MERCANCÍA
Marx habla de "fetiche de la mercancía" cuando se preguntaba -adelantándose al consumismo del s.XX- por esa cualidad mágica que parecen tener los productos de la industria, que tanto gustan a todo el mundo. En el libro I del Capital establece que en el fetiche se da la sobreestimación de una imagen. Marx se está planteando entonces el problema como algo referido al sujeto, no a la mercancía misma.
En el momento en el que producto entra en la escenario del mercado capitalista, asumiendo la forma de “mercancía”, se trasmuta en “algo que cautiva”. La mercancía pareciera ser una suerte de promesa.
Desde el psicoanálisis, esa promesa, ese carácter enigmático para el sujeto, implica que
la mercancía alcanza para el sujeto el rango de significante. El origen de ese carácter
enigmático no se encuentra en relación a su valor de uso, sino a su valor de cambio.
Este valor lo adquiere en el mercado y es la escisión con el valor de uso lo que da lugar
al fetichismo de la mercancía. El “brillo” misterioso de la mercancía consiste, para
Marx, en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo,
como propiedades sociales naturales de las mercancías, y que, por ende, refleja la
relación social que media entre los productores y el trabajo global como una relación
social entre cosas, al margen de los productores. Lo que adopta, para los hombres, la
forma fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social entre los
hombres. Este es el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo cuando se los
produce como mercancías.

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